21 febrero 2008

Crematorio, el fin del sueño

Crematorio es la última novela de Rafael Chirbes, uno de esos autores ninguneados por los poderes mediáticos de la literatura de nuestro país, un autor comprometido con su tiempo, dueño de una prosa poderosa e hipnótica ajena a artificios innecesarios, un escritor que no pertenece a ninguna de las cuadrillas planetarias o prisaicas que atascan el mercado literario y reciben la promoción necesaria para ser conocidos por el gran público, convirtiendo así sus cansinas y mediocres voces en las únicas que parecen valiosas, incluso en las únicas que existen. Se fomentan autores de medio pelo, escritores que utilizan una literatura superficial, repetitiva y plana, creando la sensación de que, en palabras del propio Chirbes,en España, la novela sea un arte inane, una cosa como de vasito de agua y ansiolíticos en la mesilla de noche”.

Crematorio ha supuesto para mí todo un descubrimiento, un viaje desolado y desolador por nuestra sociedad y por nuestro país, una novela que retrata los paisajes más oscuros de una serie de personajes a los que un impacto emocional los obliga a reflexionar sobre su pasado, sus contradicciones, sus sueños frustrados, su soledad existencial. Al tiempo describe sin concesiones el contexto social e histórico en el que se ha construido la sociedad española actual, el largo camino desde la Transición hasta nuestros días, un camino desagradable y frustrante para aquéllos que sin notarlo siquiera envejecieron, mientras escondían las pruebas de sus pasados (supuestamente) revolucionarios y se convertían en adalides del librecambismo y el capitalismo, sin poder abandonar del todo sus discursos progresistas, demasiado arraigados en su interior como para ser arrojados al exterior sin que esa acción les arrasara sentimentalmente por completo.

La novela nos cuenta las reacciones que produce en su familia y amigos la muerte de Matías, un antiguo comunista partidario de la acción directa y la revolución social en los lejanos sesenta y setenta españoles, que termina reconvertido en sus últimos años en un neoecologista de diseño en la costa valenciana, tras haber pasado por el pesebre socialista de los 80 y haber abandonado toda idea de que la política pueda servir para salvar al mundo. Su muerte nos permite conocer a las personas que le rodearon en vida y mediante los cuales reconstruiremos la vida de Matías y la de sus familia: su hermano Rubén, verdadero eje de la historia convertido con los años, tras compartir brevemente los discursos revolucionarios de Matías, en constructor y especulador inmobiliario; la hija de éste, Silvia, que desprecia profundamente el trabajo de su padre aunque se beneficia miserablemente de él, y que representa a una generación perdida, hija de la Transición, que se quedó sin espacio y no tuvo vitalidad para desarrollar nuevas ideas propias, que renunció a cambiar el mundo y por tanto no pudo nunca fracasar (algo que curiosamente sí le recuerda continuamente de manera cínica a su padre, que los que sí fracasaron fueron ellos), sin reflexionar nunca sobre su propia adaptación y connivencia con el régimen establecido, y la carencia de proyectos vitales colectivos; y Brouard, escritor de éxito minoritario pero muy respetado en los ambientes universitarios, sobre cuya obra el marido de Silvia está escribiendo una tesis, y que fuera gran amigo de juventud de Rubén y en menor medida de Matías, que se encuentra en plena decadencia física e intelectual y que rompió relaciones hace años con Rubén debido al urbanismo salvaje que este último impuso con los años a los paisajes costeros de su añorada adolescencia.

Crematorio es una novela creada a base de monólogos y recuerdo interiores de los personajes. Esas voces internas que Chirbes nos muestra con maestría nos llevan a conocer los pensamientos más profundos de un grupo de personas derrotadas por la vida, que viven en una perpetua ruina sentimental y que atraviesan unos paisajes emocionales arrasados por el tiempo, por las contradicciones, los fracasos personales y las expectativas incumplidas, pero que siempre terminan defendiendo sus posiciones con la seguridad de haber hecho lo correcto, o al menos lo que podían hacer, y reservan las visiones más negativas para los otros, los demás, salvando así finalmente los restos de su propio naufragio, buscando alguna salida imposible de encontrar y reflejando perfectamente una naturaleza humana que casi nunca termina de destruirse, pero no deja nunca de autolesionarse.

El gran acierto de Chirbes, lo que convierte a su novela en una bomba de relojería entre las manos del lector, es su capacidad de indagar en las razones que ofrecen cada unos de estos personajes y conseguir ser honesto con cada uno de ellos, que resulten creíbles, convincentes, verosímiles, y que sólo reconstruyendo finalmente la amalgama de voces, acusaciones y justificaciones de todos (incluidas las de los tres o cuatro secundarios que también transitan por la novela), aparezca el terrible panorama final, al tiempo terrible y lógico, pero sin ser apocalíptico. No hay destrucción, la vida sigue siempre, y sólo queda la constatación final del fracaso total de la generación de la Transición (la del autor), que se enfrenta a una vejez con demasiados fantasmas en el armario, que no encuentra comprensión en la generación de sus hijos (generación a la que por otro lado desprecia porque ha sido incapaz de recoger su testigo y se ha instalado en un individualismo defensivo y apático), que siente que su éxito en la transformación (innegable) de nuestra sociedad le ha apartado de su discurso original, que el éxito hizo que ya no hicieran falta los grandes ideales, que la inercia transformó a muchos de sus miembros en lo que nunca creyeron posible, que, en palabras del autor, “han renunciado a ser alfareros del mundo”. Una generación que va recogiendo velas y que entiende que fuera de este mundo, que de manera no del todo consciente ha ayudado a construir, hace demasiado frío y se está demasiado solo como para mantenerse mucho tiempo. Y considera, no sin razón, que al fin y al cabo todo está mejor de lo que estaba antes. Mucho mejor. Aunque esté tan lejos, tan lejos, de lo que se soñó.

16 febrero 2008

Preguntas sin respuesta (febrero 2008)

  • ¿Cómo es posible que en las oposiciones de 2008 para Castilla-La Mancha las plazas de Psicología y Pedagogía sean (más) de cuatro veces más que la suma de plazas ofertadas de Filosofía y Física y Química? ¿A quién beneficia que nuestros adolescentes se infantilicen, se les diagnostiquen enfermedades mentales imaginarias y no sean educados en las clásicas ramas del saber humano, aquéllas que les debieran hacer más libres, más críticos, más escépticos, más independientes, más sabios?
  • ¿Por qué parece un pecado decir que “No es tierra para hombre viejos” es una película menor de los hermano Coen, donde brilla por su ausencia su habitual brillantez en los diálogos, donde el personaje de Tommy Lee Jones es un auténtico coñazo debido a esa manera simple de ser presentada de manera pretenciosa, y donde la última media hora está mal hilada, tiene secuencias inverosímiles, es aburrida y está fatal contada?
  • ¿Por qué sólo viendo el trailer de la próxima película de Indiana Jones por internet, y mientras escucho de fondo la legendaria marcha compuesta por John Williams, una sonrisa de idiota y total felicidad me aparece en la cara mientras saboreo cada nuevo fotograma de uno de los héroes cinematográficos de mi infancia?
  • ¿Por qué la gente que con todo el derecho del mundo opina sobre los beneficios de la vida en los pueblos y la cercanía vital que se encuentra en las pequeñas comunidades, nunca echa un vistazo a esa maravilla de película de Lars Von Trier llamada Dogville?
  • ¿Y aprovechando su momento cinéfilo por qué no se hacen con la que es posiblemente la mejor película del movimiento dogma, Celebration de Thomas Vinterberg, y reflexionan sobre los claroscuros de la familia, ese entorno cerrado, asfixiante, que obliga a lealtades incomprensibles y a cariños inexplicables?
  • ¿Por qué cada vez me dan más grima política Aguirre y Gallardón y sus peleas internas por el poder, mientras el PSOE de Madrid anda desaparecido del mapa y es incapaz de presenta una alternativa fuerte y de izquierdas en una ciudad y una Comunidad que parecen estar sometidas a un tsunami privatizador?
  • ¿Por qué se incide tanto en que nuestros niños y adolescentes lean, cuando la mitad de los adultos españoles no coge un libro en todo el puto año, y la otra mitad se queda en una media cercana a cuatro miserables libros anuales? ¿Se piensa que los chavales no toman como ejemplos a sus padres que se quedan hasta las tantas de la noche mirando como zombis series españolas de producción indigna o programas que invaden la privacidad de las personas?
  • ¿Por qué resulta tan patético, tan lamentable, tan lastimoso y tan baboso el anuncio de los artistas que fueron y sólo son ya viejos acomodados hoy, apoyando a Zapatero, criticando al PP sin notar (o sin querer notar) que por quien piden el voto es también por gente como Solbes, Chaves, Montilla, Miguel Sebastián...? ¿No se les cae la cara de vergüenza cuando piden el voto útil por el PSOE al electorado de IU?
  • ¿Prometen bajadas de impuestos? ¿Prometen ayudas directas e indiscriminadas sin tener en cuanta el nivel de renta de los beneficiarios? ¿Prometen que ningún inmigrante sin papeles y sin trabajo podrá entrar en nuestro país? ¿Piden contención salarial a los sindicatos en la negociación anual con los empresarios para que no se dejen arrastrar por el “dato coyuntural” del IPC de enero? ¿Se reúnen con la gente del Vaticano sin plantear cambios importantes en relación con la financiación de la Iglesia Católica? ¿ Mantienen y aseguran la concertación de la educación? ¿Son los liberales de derechas? ¿o son los otros liberales de derecha?
  • ¿Cómo es posible en nuestro país que personajes como Arias Cañete suelte con total impunidad lo de los “camareros de antes” o que tipos como Mayor Oreja hable de “la enorme placidez con la que muchas familias vivieron el franquismo” sin que inmediatamente se les aparte de sus puestos de poder representativo?

08 febrero 2008

Juno, el cine indie se hace conservador

Pues vale. Se está convirtiendo en el éxito indie del año. Nominada a los oscars, premiada en Sundance y con una actriz principal (Ellen Page) a la que ha convertido de la noche a la mañana en la nueva Cristina Ricci, la nueva musa del cine independiente. Con un guión que a veces logra mostrar la frescura y el atrevimiento que en todo momento (en todo momento) pretende transmitir, y una convencional y simplemente correcta puesta en escena, Juno es la típica producción de bajo coste norteamericana con secundarios semidesconocidos pero eficaces, y la ya nada sorprendente (e incluso rutinaria) aparición de una cara conocida del cine más comercial (en este caso Jennifer Garner y sus morritos operados), intentando prestigiar su lamentable carrera hollywoodiense con un papel secundario con menos sueldo pero más recorrido “artístico”.

El día del estreno la sala estaba abarrotada. Es lo que tiene Madrid: somos cantidad los culturetas deseosos de alejarnos puntualmente del Hollywood convencional, incluido el de prestigio (¿os he dicho ya que la última de Paul Haggis, “En el valle de Elah” es un auténtico truño, melifluo, panfletario, débil y conservadoramente progresista?), y darnos un revolcón intelectualmente satisfactorio y con un punto masturbatorio en otro tipo de cine no tan devorado por las masas. Ya sea rumano, coreano o americano (pero del otro). Allí estábamos, deseosos de ser especiales viendo algo diferente. Tuve mala suerte, esta vez disentí de los de la tribu. Qué pena. Qué tragedia.

Estábamos con Juno, película que toma su nombre del de la protagonista, una adolescente superlista, superfriki, superespabilada y un poco superidiota, a la que no se le ocurre otra cosa que follar con el empollón de la clase sin utilizar preservativo. No, no parece que fuera una tía superinformada. A partir de este planteamiento tan débil podríamos esperar de una película de cine independiente que, al menos, no se convirtiera en un culebrón antenatresiano vespertino. Y lo cierto es no se convierte en eso. Otra opción sería encontrarse un película que, desde el humor y el sarcasmo, diseccionara las relaciones familiares, el entorno escolar de la vida de esta tía, las puertas que se le cierran si termina decidiendo tener ese niño, las contradicciones que conlleva un embarazo no deseado... Pero tampoco vemos eso en la pantalla. El director y la guionista deciden contarnos la historia chorra y plana de cómo la cría decide tener el hijo y, de forma madura y sin ningún tipo de duda existencial, entregarlo en adopción, tomando así una postura forzada, lineal y tremendamente conservadora. Pero eso sí, bajo el disfraz de sátira social, descarada y mordaz.

La lógica alternativa del aborto es eliminada con una línea de guión y una estúpida secuencia que no merece mayor análisis, y que parece incluso molestar a la guionista, que debe entender que a un espectador medianamente normal se le hace difícil aceptar como creíble lo superinteligente, y superlúcida que es la adolescente protagonista después de haberla visto mostrar su natural y mucho más lógica estupidez adolescente follando sin condón. A partir de ahí la historia se desarrolla en cuatro actos en los que vemos como Juno elige a los futuros padre adoptivos de su hijo, asistimos al desarrollo de su embarazo físico sin que el mismo mine en ningún momento la capacidad de réplica de nuestra potencial tertuliana, para finalizar la historia con una defensa cerrada de la familia (un poco progre, eso sí, y con problemas, pero familia al fin) unida, cercana, accesible y comprensiva. La película se atreve incluso a mirar con cariño y respeto a un personaje tarado y patético como es el de la futura madre adoptiva, a la que salva de su vacía y hueca vida gracias a su desmedida necesidad de ser madre mientras que, curiosamente (y no es casualidad), sólo trata con cierta antipatía al personaje del futuro padre adoptivo, puteado por su mujer, siempre dependiendo de sus caprichos irracionales, atrapado en una vida convencional alejada de sus sueños, y al que la llegada de Juno supone un despertar de su letargo, una posibilidad de otro mundo posible, aunque ello suponga destruir el entorno protector al que su cobardía le ha llevado. Pero para él no hay comprensión. Su negativa final a ser padre le convierte en don nadie inmaduro del que no merece siquiera saberse su futuro al final de la película.

En definitiva una película con algunos diálogos realmente certeros y graciosos, que abusa de intentar convertir a Juno en una especie de RafaNadal dialéctico que responde a todo y a todos con una lucidez desmedida e impropia para su edad, y que demuestra que el cine independiente norteamericano de éxito se ha adaptado a la perfección a su nuevo papel de cantera de Hollywood, muy alejado de ese cine americano de los 80 y 90, realmente marginal e independiente con títulos como Noche en la tierra, o Happiness. Sólo hay que comparar el retrato de familia de ésta última con el que nos muestra Juno. Son dos universos opuestos, a los que sólo une el desgastado y maltrecho calificativo de indie.